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Fim do trecho pavimentado
Salimos de Santarém un martes por la mañana. Habíamos escuchado varias versiones sobre el estado en el que estaba el camino pero nos decidimos después de preguntar en la terminal de autobuses y enterarnos de que todos los días salía un autobús a las 8 de la mañana con dirección a Marabá, una ciudad al final del trecho que nos preocupaba. Si un autobús de pasajeros podía circular por esa carretera, nosotros, seguro también.
Unas horas después llegamos a Rurópolis, un pueblo de tierra roja que es la intersección con la Transamazónica y la tomamos en el tramo que va desde ahí hasta Marabá. De ahí seguimos por carretera pavimentada hasta llegar por fin a São Luis, que mira al Océano Atlántico. En total fueron 1,960 kilómetros. Tres días completos manejando entre 10 y 12 horas, de sol a sol, parando solo para comer y durmiendo en hoteles de pueblitos minúsculos de carretera.
El camino de la Transamazónica, siempre de tierra apisonada de un color rojo intenso, estaba en mucho mejor estado del que esperábamos y era relativamente transitado, en su mayoría por enormes camiones de carga, algunos coches y muchas motocicletas que suponemos circulaban entre pueblos cercanos. El paisaje era hermoso en todo momento. Al principio, el ancho camino rojo pasaba en medio de la selva brillante, que más adelante se convirtió en extensos pastizales verdes de ganado, siempre bajo cielos azulísimos. Cada tanto cruzábamos por pueblos empolvados y teñidos de rojo con casas y tiendas de líneas simples hechos siempre con tablas de madera.
Nosotros acabábamos cada día repletos de camino, exhaustos y como polvorones, con tierra que se escurría mientras nos bañábamos por la noche en regaderas de agua fría y al coche se le metió más tierra que en todo el viaje junto, que se fue acumulando e impregnando en todas partes hasta que al llegar a São Luis lo llevamos al Super Lava Jato Bacanga en donde lo vaciamos por completo y un pequeño ejército de jóvenes lava coches lo lavó, talló y aspiró sin descanso durante casi tres horas hasta que quedó reluciente otra vez.