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The Big Texan Steak Ranch
Cuando llegamos a Amarillo, Texas, nos quedamos en el famoso Big Texan Steak Ranch motel, a un costado de la autopista I-40. A las nueve de la noche, fuimos a cenar al restaurante, del otro lado del estacionamiento. Entramos a un gran salón de doble altura, decorado como un saloon del oeste lleno de gente y de meseras con botas y sombreros vaqueros. Pedimos carne, obvio, y estuvo deliciosa, pero eso fue lo de menos. En medio del bullicioso salón lleno de gente, donde un conjunto de country tocaba entre las mesas, había un escenario iluminado con una mesa al centro en donde un señor comía solo. Mientras nosotros nos terminábamos a penas nuestras carnes de 10 oz cada una (más o menos 280 gms), él estaba concentrado en terminar con su Free 72 oz steak challenge. El reto consiste en comerse una carne de 72 oz (poco más de 2 kilos), más sus guarniciones (papa al horno, ensalada, cocktail de camarón y diner roll) en menos de una hora. La recompensa, que sea gratis y por supuesto, demostrarle no sabemos qué a no sabemos quién. En caso de no lograrlo, el chiste cuesta 72 dólares y que todo el restaurante se entere, por si a alguien le quedaba duda, de que el ego del retador es más grande que su estómago. Un cronómetro en grandes números rojos iba corriendo mientras el comensal suicida se comía su carne sin siquiera saludar a la gente que se acercaba al estrado para tomarle fotos o echarle porras y antes de que nosotros termináramos, lo logró. Cuando terminó con todo lo que había en su plato, sonó una campana y todos aplaudimos mientras el hombre se levantaba de la mesa y salía caminado con paso triunfante del restaurante, para probablemente morir de indigestión en el estacionamiento. Nosotros por lo pronto no nos podíamos dormir tres horas después porque seguíamos digiriendo la carne y el Texan Ranch en general. Además del restaurante y el motel, tiene un hotel para caballos (también junto a la carretera) y una alberca con la forma del estado de Texas. Yee Haaaaaaaa!!!!!!!
moteles
En algunos de los moteles de la Ruta 66 lo único que parecen haber cambiado, son las sábanas. O por lo menos eso esperamos.
Ruta 66
Teníamos pensado hacer la Ruta 66 en el tramo que va de la ciudad de Oklahoma, en el estado con el mismo nombre, hasta Gallup, en Nuevo México antes de subir hacia el norte. Y lo hicimos, salvo porque la mítica Ruta 66 prácticamente ya no existe (por lo menos en el trecho que nosotros recorrimos). En su lugar, corre la súper autopista número 40. Todavía hay algunos tramos por donde la esbelta carreterita 66 va a un lado de la autopista, pero desaparece la mayor parte del recorrido para aparecer brevemente en algún lugar más adelante. Los pueblos pequeños por donde pasaba la ruta y que ahora quedan a varios kilómetros de la veloz I-40, son ahora pueblos fantasma que quedaron sumidos en el olvido. Eso sí, pasamos por tres museos oficiales de la Ruta (en tres pueblos distintos) que son más bien como unos Easy Rider Disneyland llenos de memorabilia de la época gloriosa de la ruta y de souvenirs con todos sus clichés correspondientes.
Lo que es cierto, es que si uno baja la velocidad con ganas de buscarlo, el espíritu de la Mother Road sigue estando ahí, salpicado entre las cadenas de moteles y restaurantes de comida rápida que tapizan el paisaje.
nosotros: semana cuarenta y siete
El Morro National Park, en el desierto de Nuevo México. Estábamos hasta arriba.
lo que cabe en un minuto
Cuando pasamos por Oklahoma, paramos en el Oklahoma City National Memorial, que fue construido a finales de 1997, en el mismo lugar en donde estaba el edificio de oficinas del gobierno federal Alfred P. Murrah que fue parcialmente destruido por una bomba a principios de 1995. El monumento se construyó en honor a las víctimas que murieron y que sobrevivieron el atentado.
A los dos extremos del monumento, enmarcando sus dos entradas principales, se encuentran dos puertas enormes. En una de ellas aparece la inscripción 9:01 h. y en la otra, 9:03 h. Entre las dos hay un enorme espejo de agua que representa el minuto exacto en el que explotó la bomba y en el que la vida de la ciudad cambió para siempre.