direcciones

Entre todas las decisiones que tomamos al prepararnos para el viaje, sin duda la mejor fue la de no comprar un GPS. Porque no hay nada mejor que pedir direcciones. No hay. Y es que aunque los dos somos notablemente ubicados (modestia a parte) y viajamos con mapas y guías de varios tipos, durante el viaje hemos tenido que parar a preguntar hacia dónde muchísimas veces.

La diversidad de explicaciones es tan amplia como la cantidad de gente a la que le hemos pedido ayuda. Está el que repasa en su mente (en tiempo real) todo el recorrido, el que dibuja mapas cartográficos en el aire, el que estira el brazo como si tratara de tocar con la punta de los dedos la esquina, cuatro cuadras adelante, donde hay que doblar a la derecha, el que describe el recorrido mientras dibuja en un papel garabatos que sin sus palabras serán indescifrables, el que con muchísima pena nos informa que hemos tomado el camino equivocado y que hay que regresar 50 kilómetros y el que se alegra de informarnos que ya casi, casi llegamos. Está el que se enreda tratando de desenredarnos y el que es claro como un rayo de luz que ilumina el resto del camino. Además pareciera que en todos los casos, la alegría, seriedad, enjundia, teatralidad, seguridad o timidez de cada persona se intensifica durante el breve encuentro.

Ha sido mágico ir por tantos lugares que no conocemos a lo largo del viaje, sabiendo que no pasa nada si nos perdemos, porque siempre habrá alguien que nos ayude a encontrarnos.

Definitivamente mucho mejor que un GPS.

 

 

Posteado hace 12 años
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