El Amazonas es infinito. Es dos veces más grande que la India y toca ocho países. El bosque tropical más grande del mundo. En su temporada más alta, el río, que mide 6800 km de largo, puede llegar a medir hasta 40 km de ancho y depositar 300 millones de litros de agua dulce al océano, por segundo. Eso es más agua que la de los siguientes ocho ríos más grandes del mundo juntos.
Durante los días que pasamos en la selva, mientras escuchábamos a los árboles, vimos pocos insectos pero nos imaginamos millones. En el río vimos delfines grises y delfines rosados, jacarés (caimanes) de todos tamaños, pirañas, peces voladores y decenas de especies de pescados en el mercado. Vimos cientos de aves y murciélagos volando sobre sus aguas y monos saltando en las copas de los árboles de la ribera. Y aunque no vimos tiburones ni anacondas, parece que son bastante comunes también.
No nos metimos en el agua. Pero el Amazonas se metió en nuestro corazón.
La idea original al llegar a Manaus era viajar desde ahí hasta la costa manejando por la Transamazónica, pero llegando a la ciudad nos enteramos de que el trayecto que va de ahí a Santarém (la mitad del camino) tiene tramos por los que no se puede circular, aun en temporada seca. El camino está en mal estado y hay tramos demasiado largos y desolados por los que prácticamente no transita nadie y que son comúnmente asaltados por piratas.
Decidimos entonces ir por el río. Pero al investigar la manera de irnos, nos dimos cuenta de que aunque hay muchos barcos que circulan todo el tiempo en ambas direcciones, parece que la práctica de viajar con coches es poco común.
La gran mayoría de los barcos son similares en tamaño y en ninguno cabía nuestro coche. Tuvimos que esperar casi una semana a un barco balsa que venía desde Perú y que podía llevarlo hasta Santarém.
El viaje tomó dos días con sus noches (hubiera tomado el doble si viniéramos en sentido contrario, debido a la corriente del río que iba a nuestro favor). La balsa barco San Marino II tenía tres niveles; en el primero estaba la cocina y el comedor además de toda la mercancía almacenada (principalmente motocicletas nuevas, refrescos y costales de granos) y los tres coches que viajaban en el barco, entre los que estaba el nuestro. El segundo y tercer piso eran para pasajeros. Aproximadamente 180 hamacas en total. El tercer piso tenía además un bar con música todo el día.
El día de la salida, de camino al puerto, compramos dos hamacas en el mercado y llegamos tres horas antes de salir de Manaus. A esa hora ya había bastante gente pero encontramos un buen lugar para poner las hamacas en el segundo piso, al centro, en una de las hileras laterales, del lado de la sombra donde sopla más la brisa. La distancia entre hamacas de variedad infinita se fue haciendo mínima y para cuando salió el barco, literalmente no cabía nadie más. Teníamos la ventaja de poder dejar todas las cosas dentro del coche, lo que nos dejaba movernos tranquilamente por todo el barco, pero el resto de los pasajeros viajaba con todas sus maletas y bultos a un lado de las hamacas. De cualquier forma, todos se veían bastante relajados y solo se ponían especialmente atentos cuando el barco paraba y bajaba y subía gente, pasajeros nuevos y vendedores con todo tipo frutas y botanas.
Los días en el río pasaron rápido, entre lecturas largas y siestas arrulladoras y la primera noche fue tranquila aunque soplaba mucho viento frío (por suerte teníamos nuestros sleeping bags), la segunda noche cayó una tormenta torrencial pero bajaron las cortinas de plástico y no pasó nada grave. La comida no estaba mal, los baños estaban sorprendentemente limpios aun al final del viaje y la gente era muy amable y sonriente. Fue un buen viaje.
Cerca de Manaus, el Río Negro con su agua oscura se encuentra con el Río Solimões, de agua mucho más lechosa y de un tono café claro, para continuar juntos hacia el mar, pero no se mezclan hasta después de varios kilómetros. Esto se debe a la diferencia de temperaturas (el Solimões es varios grados más frío), la diferencia de velocidades (el Solimões va a 17 mts por segundo y el Negro a 6 mts por segundo) y a que el Río Solimões arrastra ocho veces más sedimentos por litro que el Río Negro.
Este fenómeno que se conoce como El encontro das Águas fue la inspiración para el diseño del piso de mosaico bicolor de la plaza del Teatro Amazonas en Manaus.