Leímos que Semuc Champey es un lugar increíble con pozas naturales de agua color turquesa en medio de la selva tropical. Apenas llegando a Guatemala pensamos que las distancias no eran tan grandes y decidimos ir a conocer, pero llegar ahí nos tomó mucho más tiempo del que pensábamos.
Tomamos la carretera desde Tikal que se veía más directa y corta en el mapa y resultó ser una carretera de terracería sin fin en medio de montañas tapizadas de sembradíos de maíz, valles verdes que parecían colchas de parches de colores verdes y muros altísimos de roca color naranja. Aunque lento (o tal vez por eso) el paisaje se veía impresionante y la tarde estaba despejada y soleada casi todo el rato. Casi no había coches pero sí mucha gente caminando a un lado del camino. A la una de la tarde todos los niños salen de la escuela y caminan comiendo guayabas y cargando mochilas, a las tres, los campesinos regresan a sus casas y bajan de la montaña con sus machetes y hoces y sus ocho horas de trabajo bajo el sol a cuestas, a las cinco, las niñas y jóvenes llevan cubetas en la cabeza llenas de granos de maíz al molino y regresan con las mismas cubetas y los granos hechos masa para las tortillas.
Antes del atardecer llegamos a una fila de coches que esperaba a que se abriera la carretera, porque había trabajadores arreglándola y el tramo estaba bloqueado durante toda la tarde. Esperamos comiendo naranjas como media hora y cuando abrieron paso seguimos el camino un rato más. Finalmente, casi anocheciendo llegamos a Lanquín, un pueblo pequeñito junto a un río y ahí pasamos la noche en un hotelito con cabañas con vista al valle y un restaurante lleno de bagpackers multiculturales.
Al día siguiente, después de despertar con el sonido de las vacas del valle y desayunar el mejor pan francés del mundo (en Lanquín, quién diría), nos disponíamos a tomar camino a Semuc Chapey (otros 12 km de terracería, traducidos en casi una hora de trayecto) cuando al cruzar el pueblo nos topamos con un desfile escolar multitudinario que bloqueaba la calle principal (una de tres) y el único paso a Semuc. El desfile daba inicio a las fiestas de San Agustín, patrono del pueblo, que duran una semana y que incluyen feria, bailes y jaripeo. Nos paramos a ver el largo desfile de niños de todas las escuelas de la región, tocando y marchando al multísono. Al final, llegamos a Semuc Champey a las tres de la tarde.
Y si, el lugar es como un pequeño paraíso. Semuc Champey quiere decir algo así como Donde el agua desaparece en la piedra. Hace referencia al raro fenómeno natural del lugar. En medio del bosque tropical se creó un túnel natural de piedra caliza de unos 300 metros de largo por el cual fluye el caudaloso Río Cahabón. Sobre el túnel hay muchas pozas en desniveles con aguas tranquilas color turquesa en las que se puede nadar.
Caminando se puede llegar al lugar en donde el agua se mete dentro de la roca debajo de las pozas para salir unos cientos de metros más adelante. El contraste entre la calma y transparencia del agua de las pozas y la fuerza del caudal del río que pasa por debajo es muy loco y el paisaje que rodea las pozas es realmente hermoso. Nadamos y comimos pic nic junto al agua y pasamos la tarde en la contemplación.
En la noche fuimos al centro de Lanquín a la feria a jugar tiro al blanco, hicimos bailar a una vaca, jugamos un torneo de futbolito con los niños del pueblo y comimos elotes asados con limón y sal.
Se diría entonces que llegar a Semuc Chapey nos tomó más tiempo del que pensábamos, pero tendríamos que decir también, que nos dio mucho más de lo que esperábamos.