Estaba nublado cuando pasamos por Mazatlán. El mar se agitaba revuelto debajo de las nubes grises, las lanchas estaban amarradas en la playa y los taxis típicos del puerto, que por algo se llaman Pulmonías, recorrían el larguísimo malecón a toda velocidad en contra del viento. Luego se puso a llover.
De pronto el azul profundo, más profundo del Mar de Cortés se convirte en aqua y turqueza. El desierto se hace playa de arena blanca y hay tantos peces dentro del agua. Llegamos a playa Balandra.
Y después del desierto tan árido y del mar azul tan profundo, llegamos a las montañas cubiertas de neblina. Baja California infinita.