La carretera Austral, en el sur de Chile es un camino relativamente nuevo, construido entre finales de los 70s y durante la mayor parte de la década de los 80s. Atraviesa gran parte de la Patagonia chilena, en su mayor parte deshabitada y a cambio de pasar por paisajes espléndidos, lo único que pide, es tiempo. De hecho, tiene el record del viaje hasta ahora del recorrido más corto en el tiempo más largo. Poco más de 200 km en poco menos de siete horas. Un camino de tierra y piedras sueltas que cruza montañas boscosas, praderas floreadas, ríos turbulentos y lagos cristalinos.
Íbamos muy, muy lento… por suerte, porque el camino era muy, muy hermoso.
Estepa que no acaba nunca hasta que llega al acantilado y desaparece. Cielo infinito, a veces tan alto, tan lejos y a veces tan cerca que parece que se puede tocar. Nubes que viajan a velocidad estrepitosa, todo el viento. El desierto que se defiende de todo y de él mismo. El mar bravo, a veces azul profundo, a veces turquesa, a veces verde.
Caminos como flechas en línea recta de asfalto que se disuelven en espejismos y de tierra (ripio le llaman acá) y polvo. Cuánto polvo. En medio de paisajes que a veces son la luna y a veces el fondo del mar.
El lugar en donde el todo es la nada y es el todo. La inmensidad.
La dramática hermosura de la desolación absoluta. Cruzamos la Patagonia. Bajamos por la RA 3.