El campo de Bolivia es un poema.
Un poema que habla de montañas altas de colores,
que parecen colchas bordadas de campos sembrados.
Del olor a flores y a hierbas y a lluvia que viene.
De la quinua, la papa de tantos tipos y formas y el maíz.
Del sol claro y brillante que ilumina y calienta
y de las nubes que bajan hasta el piso
a esconder todo en su blanco.
Del frío del altiplano que cala los huesos
y el calor del fuego que sale hecho humo por las chimeneas.
De las casas del color de la tierra,
del adobe y la piedra y la teja.
De la lana de oveja, de llama y de alpaca.
Del trabajo duro y perenne, de las manos curtidas.
De caminatas largas con bultos grandes,
tantos bultos, a la espalda.
De pobreza e inclemencia,
de belleza y armonía.
De jóvenes con cara de ancianos
y ancianos con ojos de niños.
El campo de Bolivia son tantos campos.