Cuando pasamos por Monterey Bay paramos en el Acuario. Pensamos que íbamos por un par de horas. Nos quedamos casi todo el día viendo corales fascinantes, tortugas inmensas, los peces más insólitos y los caballitos de mar más extraños del mundo.
Todos los colores debajo del azul profundo.
Fue un placer el encuentro, el reencuentro, la plática, la tarde que se metía por la ventana y las albondigas hechas en casa. Muchísimas gracias por hospedarnos y muchísimas gracias por presentarnos a Julián, que es un sol.