Nos bajamos de la lancha y caminamos dentro de la selva, siguiendo atentos a Artemio, nuestro guía. Después de media hora llegamos al Samauma, un árbol enorme de más de quinientos años. El cambio de color en el tronco indica hasta dónde sube el nivel del agua cuando el río crece en la temporada de lluvias. El Amazonas inmenso.
Vista desde abajo.
En lengua pemón, Ivan significa hambre.
Sí, en medio de la nada, sí, un monumento poco más que espantoso, como tantos otros, sí, un día nublado, ni frío ni caliente (como aquí todos), pero sí también y sobre todo, EL ECUADOR. Y nosotros, cruzándolo. Un día excepcional.
Viajamos al Parque Nacional Canaima, en Venezuela, un parque enorme que abarca 30,000 km y que llegas hasta la frontera con Brasil y Guyana.Volamos desde Ciudad Bolívar hasta el pueblo de Canaima, en medio de la selva, porque ir en coche es prácticamente imposible. El viaje en una avioneta Cessna con capacidad para seis personas, contando al capitán, duró poco mas de una hora. Después del vértigo contenido del principio, todo fueron paisajes increíbles hasta atterrizar.
El copiloto.
Jacobo y Diana nos recibieron amorosos en su casa de Caracas. Un remanso de paz en todos sentidos.
Por la noche, en medio de la ciudad caótica, lo único que se escucha es el sonido de los grillos y las ranas. Eso, y las largas conversaciones, que nos llevamos como tesoros.