El tío Manolo nos recibió en su casa de Mazatlán. Mientras comíamos aguachiles gloriosos, hablamos de viajes, de la familia, del pasado y de el sentido de la vida. Una de esas sobre mesas para recordar…
Estaba nublado cuando pasamos por Mazatlán. El mar se agitaba revuelto debajo de las nubes grises, las lanchas estaban amarradas en la playa y los taxis típicos del puerto, que por algo se llaman Pulmonías, recorrían el larguísimo malecón a toda velocidad en contra del viento. Luego se puso a llover.
De pronto el azul profundo, más profundo del Mar de Cortés se convirte en aqua y turqueza. El desierto se hace playa de arena blanca y hay tantos peces dentro del agua. Llegamos a playa Balandra.
Y después del desierto tan árido y del mar azul tan profundo, llegamos a las montañas cubiertas de neblina. Baja California infinita.