Vivimos en la colonia Tacubaya en una casa que está al fondo de un edificio al que se entra por Revolución, una avenida de seis carriles. Con suerte, uno pasa en coche frente al edificio Isabel a toda velocidad, con frecuencia, a vuelta de rueda en medio de un embotellamiento. En ambos casos, la avenida se percibe masiva y la cuadra pasa desapercibida, enmudecida en medio del caos que la rodea.
Pero al detenerse a mirar, Tacubaya tiene mucho que decir. En el radio de la cuadra uno puede encontrar un botón, un foco, una mochila, una antena de televisión, un exprimidor de naranjas, unos zapatos ortopédicos, un espejo cortado a la medida y un anillo de compromiso.
En la cuadra se arreglan coches, relojes, lentes, radios, se toman fotos de estudio a novias y quinceañeras y fotos de pasaporte en 10 minutos, se hacen cortes de pelo y se bañan perros. En la cuadra hay dos boneterías, tres casas de empeño y la clínica dental de Dios.
Uno puede comer, sin bajarse de la banqueta, caldos de gallina, tacos de bistec, longaniza, nana, buche, lengua y sesos, pambazos, gorditas, quesadillas, queso fresco, conchas con nata, bife de chorizo, chop suey y bisquets con café con leche.
En la cuadra se dan clases de baile semanales y cristalazos eventuales.
Tacubaya también guarda secretos. Detrás de los restaurantes chinos que abren 24 horas y que siempre están llenos de gente, hay una capilla del s.XIX que poca gente conoce y dentro del edificio del #119, detrás del portón plateado y al fondo del corredor lleno de plantas y gatos, está la casa M, nuestra casa, que esperamos nos espere y nos reciba al regreso. Tacubaya vive.
Y ahora, Tacubaya viaja.
Hay cosas que yo hace mucho
he querido.
Meter la cabeza en el agua de
mares calientes y fríos
y meter los pies en el agua
de cien ríos.
Dormir en mil y una camas
y despertar en lugares a los que
no regresaré jamás.
Llegar a un lugar y sentir
que toqué una punta
y estar en el centro de otro
donde todo se junta.
Subirme a todos los medios de
transporte
y llenar de sellos mi
pasaporte.
Hablar con gente en todos
los idiomas,
aunque sea para
reírnos nomás.
Conocer de México todo,
sus desiertos, sus mares,
su selva y su lodo.
Bañarme en tinas como albercas
y regaderas de agua fría
que ven a las estrellas.
Comer, oler y ver cosas
con curiosidad,
no importa cual sea su
nacionalidad.
Ir a la India
a subirme en un elefante
pintado de guinda
y empezar una historia
en California
que termine al pisar
la Patagonia.
Dejar que el mundo
me abrace y me sorprenda
sin medida
y perderme sin temor
para encontrarme
estando perdida.
Irme lejor para darme cuenta
que el viaje es la vida
y que al regresar a la casa
el viaje no se termina.
Esas son algunas cosas
que hace mucho he querido
y que ahora
quisiera tanto contigo.
gala a ivan
septiembre del 2007
El martes 9 de agosto nos vamos de viaje. Vamos a recorrer América en coche a partir de ese día y a lo largo de un año. Se lee fácil, rápido, pero ya ha sido toda una travesía hasta ahora y eso que el viaje todavía no empieza. Algo que pasó de ser una fantasía a una idea a un plan a un proyecto está a poquitos días de ser un inicio.
Vamos a salir de Tacubaya en la ciudad de México. La primera parada es en Tlacotalpan, Veracruz y de ahí, para abajo hasta la Patagonia, luego para arriba hasta Alaska y de regreso a Tacubaya.
Hacemos este blog con la idea de convertir estas tres líneas en la bitácora de una larga historia que queremos compartir con todos ustedes.
Gala e Ivan