Visitamos las islas flotantes de los Uros, en el lado peruano del Lago Titicaca, en la bahía de Puno. Las islas son hechas enteramente con totora, un tipo de junco que crece dentro del lago.
La construcción de las islas es hecha sobre el lago, que tiene más de 25 metros de profundidad por la comunidad de los Uros tejiendo las totoras y formando una capa natural de tres metros de espesor a la que llaman khili; sobre ésta capa construyen sus viviendas, con paredes y techos tejidos con el mismo material. Cada vivienda es de una sola habitación y cocinan al aire libre para evitar incendios. Las iglesias, escuelas y locales comunales son las únicas construcciones que llevan techo de lamina. Las islas llegan a tener hasta cuarenta capas de totora entretejida en la base y tienen una duración de hasta cincuenta años. Están ancladas con postes hechos con troncos de eucalipto, que se clavan en la tierra durante la temporada seca, cuando el nivel del agua baja. Claro, esto hace que la isla no se vaya flotando hasta Bolivia, pero no evita que la isla se mueva con el movimiento del agua, todo el tiempo, como una balsa gigante. El traslado entre islas se hace con pequeños botes de madera y con balsas hechas con totora.
Actualmente existen aproximadamente veinte islas, cada una ocupada por una familia que puede tener más o menos entre tres y diez integrantes, además de sus respectivos animales (perros, gatos, cochinos, gallinas y patos). La mayor parte de la comunidad vive principalmente del turismo que visita las islas y se dedica a la pesca y a la elaboración de artesanías hechas a base de totora (de qué más iba a ser…).
Nos tocó la Semana Santa en Copacabana, a orillas del Lago Titicaca. El pueblo, que casi todo el año es bastante tranquilo, se llena de familias que buscan playa (en este caso, la única en Bolivia) y peregrinos que vienen a visitar a la Virgen de Copacabana, una de las más queridas en el país. Casi todos se instalan en tiendas de campaña a orillas del lago. Aunque eso sí, nadie se mete al agua. Unos porque está muy fría, otros porque está muy sucia, los demás porque no saben nadar. Y empieza la fiesta que dura cuatro días. Juegos, puestos de comida, puestos de cualquier cosa, inflables, botes de pedales con forma de pato y pelícano en fibra de vidrio. Músicas de todos tipos, en el mismo lugar y al mismo tiempo. Casas que rentan baños y que guardan mochilas. Autobuses formados en la plaza que regresan a La Paz cada hora. Las calles principales del pueblo llenas de gente, paseando, comprando, comiendo, nomás viendo. Como diría Paco, qué duros son los días de guardar.