Subimos el coche a un contenedor en el puerto de Colón en Panamá (la única manera posible de cruzar hacia Colombia) y después nos subimos a un velero de 42 piés, por primera vez en la vida. Después de cinco días de viaje en los que paramos en las islas de San Blás, en Kuna Yala y navegamos 50 horas en mar abierto sin tocar tierra, incluído sol abrazador, aguacero y tormenta eléctrica, carreritas con delfines, noche de estrellas fugaces, chapuzón a 3000 mts del fondo y mucho mar azul marino (nunca habíamos ubicado de verdad lo que ese color significa) llegamos a Cartagena de Indias, en Colombia. El viaje fue emocionantísimo, duro, intenso, agotador y mágico. La inmenisdad y sentirnos parte de ella.
Subimos el coche a un barco y nosotros nos subimos a un velero. En algún lugar entre Panamá y Colombia.