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nosotros: semana veinte
En la Garganta del Diablo en Iguazú. Toda la fuerza, toda el agua. Que no pare nunca.
ovnis de carretera
Cada tanto, un encuentro del tercer tipo a 100 km/h
Navidad en el trópico
La temporada navideña nos agarró bastante desprevenidos. Seguro fue el cambio de ritmo y de rutina, estar en movimiento todo el tiempo, tan lejos de todo y no tener que pensar en regalos ni hacernos (para qué sufrir) ilusión con la cena de navidad y el/los recalentados. Nada olía a pino, como cuando uno va a escoger su árbol de navidad al mercado. No vimos ninguna piñata de estrella amarrada al techo de un coche ni fuimos a ninguna posada. No nos tocó tomar ni un solo ponche calientito.
Pero en Brasil también se celebra la Navidad. Y en forma, así que estuvimos poco más de un mes viviendo la temporada navideña en el trópico. Las ciudades se visten con luces y árboles de navidad de todos tamaños, muchos hechos de botellas de plástico reciclado en colores verde, blanco y rojo. Nada de pinos. Las casas ponen árboles artificiales de todos colores con luces en las ventanas. Hay nieve en spray. Un éxito. El rush navideño a ritmo de samba, es rush navideño igual y las calles están llenas de gente haciendo compras de última hora mientras Santa Closes enfundados en su traje de franela rojo y su barba blanca circulan a 40º C.
Y en medio de esos días extraños de furor navideño-tropical nos encontramos con Cidade Albanoel. El parque de diversiones está en la carretera que conecta a Rio de Janeiro con São Paulo por la costa. Está abandonado y cerrado pero igual cupimos por un huequito de la reja y nos metimos a explorar. Estuvimos ahí durante los primeros 15 minutos de una película de terror, justo antes de que salga el asesino. Pero no llegó (seguro estaba tomando un agua de coco o haciendo la siesta, ese día hacía muchísimo calor).
Gala Delta
Volamos en Ala Delta sobre el Parque Nacional de Tijuca en Rio de Janeiro. El primero en saltar fue Chelo, luego Gala y al final Ivan.
Desde arriba vimos el Pão de Açúcar y el Morro del Corcovado a lo lejos y debajo, la montaña y la playa y el mar. Los pájaros volaban junto a nosotros y se sentía que planeábamos a la misma velocidad. Luego más abajo volamos sobre la ciudad y vimos muchas casas con alberca y edificios y coches y gente. Y nosotros planéabamos en silencio, escuchando solo el viento. Descubriendo por fin que se siente hacer lo que solo habíamos hecho soñando, volar despiertos.