Subimos el coche a un contenedor en el puerto de Colón en Panamá (la única manera posible de cruzar hacia Colombia) y después nos subimos a un velero de 42 piés, por primera vez en la vida. Después de cinco días de viaje en los que paramos en las islas de San Blás, en Kuna Yala y navegamos 50 horas en mar abierto sin tocar tierra, incluído sol abrazador, aguacero y tormenta eléctrica, carreritas con delfines, noche de estrellas fugaces, chapuzón a 3000 mts del fondo y mucho mar azul marino (nunca habíamos ubicado de verdad lo que ese color significa) llegamos a Cartagena de Indias, en Colombia. El viaje fue emocionantísimo, duro, intenso, agotador y mágico. La inmenisdad y sentirnos parte de ella.
Hace casi cuatro años visitamos Panamá entre diciembre y enero, durante poco más de dos semanas. Al final del viaje llegamos a Bocas del Toro, un archipiélago en el Caribe casi en la frontera con Costa Rica. Aunque era temporada alta, tuvimos la suerte de encontrar lugar en el hotel Eclypse de Mar, que recién acababa de abrir (llevaba un mes funcionando), y que encontramos por casualidad al pasar frente a la Isla Bastimentos. Sus dueños, Malena y Leonardo, nos recibieron amables y emocionados de estar recién empezando.
Nos hospedamos en una de las cuatro cabañas de madera color coral sobre pilotes en el agua, bonitísimas decoradas con vistas espectaculares al mar y pasamos ahí varios días de mañanas soleadas y tardes plácidas. Paseamos en lancha y visitamos otras islas. Vimos delfines. Nadamos.
Una tarde estábamos en un restaurante en la Isla Colón, frente al mar y mientras comíamos empezamos a jugar con la idea de hacer un viaje por América. ¿Te imaginas?… ¿por Latinoamérica? mejor por todo el continente, sería en autobús, mejor en coche… ¿cuánto tomaría? seis meses, no, no es suficiente, un año tal vez, mínimo, ¿te imaginas?… ¿qué tendríamos que hacer? Qué difícil… ¿cómo sería?… ¿te imaginas?…
Nuestras vidas y sueños se encontraron en ese lugar en ese momento y ese fue el punto de partida de este viaje.
Ahora volvimos a Bocas del Toro. Por suerte (y por ser temporada baja) encontramos lugar en el mismo hotel, que ahora tiene dos cabañas más. La familia de Malena y Leonardo también creció y ahora incluye a Emiliano y muy próximamente a Julián. Pasamos dos días riquísimos viendo el mar, nadando y paseando en lancha. Emocionados de estar otra vez en el lugar en donde un día agarramos una idea. Más emocionados de no haberla soltado.