La vibrante capital de Bolivia, con toda su complejidad y caos, no se queda quieta un segundo. Sin hacer caso a la gravedad y a la complicación, sigue trepando, se aferra a los cerros, quiere tocar el cielo.
Preparándose para la hora de la merienda e a las afueras de La Paz.
Bajando en bicicleta por el Camino de la Muerte, entre La Paz y Coroico, en Bolivia