Parecía que en Lethbridge no había mucho que hacer más que ver a Bibi y a Ro (razón mucho más que suficiente). A la mera hora, en los cuatro días que pasamos con ellos fuimos al Roller Derby, nos paramos debajo del puente de hierro más grande de Canadá, vimos con nuestros propios ojos como cuando un venado hace pipí en un lago, parece más un canguro, comimos t-bones y salmón a la plancha recién salidos del asador, jugamos golf (más bien, Ivan y Ro le pegaron a unas pelotas con unos palos de golf y luego jugaron golfito), comimos Poutine, un plato típico del munchies franco canadiense y jugamos con 10 perros amorosos. Bastante que hacer en Lethbrige a la mera hora, pero lo mejor fue hacerlo con ellos. Gracias tantas por recibirnos.
Fuimos al Roller Derby en Lethbrige. La pista de hielo se convierte en pista de patinaje durante el verano y justo nos tocó ver la final del campeonato de esta temporada. Pasamos poco más de dos horas viendo a las Deathbridge Derby Dames competir contra las Damnsels on Distress y más allá de lo básico, no entendimos mucho de que se trataba el asunto. Y ni falta que hizo. Estábamos sentados en el Beer Garden (las gradas reservadas para los mayores de edad) tomando cerveza y comiendo palomitas mientras veíamos a chicas en hot pants, mallas y patines empujarse y caerse sin parar. Las reglas del juego eran lo de menos.