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Castrovirreyna

Cuando llegamos a Castrovirreyna estábamos perdidos, pero no lo sabíamos. Íbamos subiendo por la sierra camino a Huancavelica y hacía rato que el camino se iba haciendo cada vez más pequeño. Habíamos pasado la última desviación sin verla y seguimos poco más de una hora sin ver a nadie hasta que llegamos al pequeño pueblo. Eran las cinco de la tarde y todavía teníamos una hora de luz, pero pensábamos que faltaban dos horas para llegar a Huancavelica y preferimos parar para que no nos agarrara la noche en el camino.

Castrovirreyna era un pueblo diminuto de casas de adobe y calles de tierra. El único hotel era más bien una casa con unos cuantos cuartos en el patio trasero. Se llamaba Hospedaje América. En la puerta nos recibieron dos niñas como de 11 años, Milagros y Darling, las nietas del dueño del hotel, que nos acompañaron a instalarnos en nuestro cuarto mientras platicábamos del Chavo del Ocho, que era lo único que ubicaban de México. Después de un rato se pusieron a jugar a la pelota en el patio. Cuando oscureció salimos a comprar algo para la cena. La neblina había llegado y no dejaba ver más allá de unos pocos metros. Una lluvia finita mojaba las calles vacías del pueblo.

Entramos a un almacén atendido por la Señora Natividad. Compramos dos plátanos y unos panes dulces mientras platicábamos con ella de la música de José Alfredo Jiménez, que le gustaba tanto.

Cuando llegamos de vuelta al cuarto se soltó el aguacero y nos dormimos adentro de los sleeping bags y bajo cuatro cobijas, oyendo como el viento se metía por las rendijas de la puerta y la ventana. Nos despertamos al amanecer y antes de irnos, preparamos unos cafés en la cocina. Cuando nos íbamos preguntamos al dueño a cuánto estaba Huancavelica. Cuando nos dijo que faltaban cuatro horas para llegar pensamos que exageraba o que era el tiempo que se hacía en autobús guajolotero. Hasta que salimos del pueblo nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado de camino y que teníamos que regresar por donde habíamos venido la tarde anterior. Llegamos a Huancavelica cuatro horas después. Exactamente.

 

Preparando el café de la mañana.

Posteado hace 13 años
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Nubes

Y después del desierto, subimos de vuelta. La puna, los lagos de agua fría, las montañas, la nieve. El cielo azul y el aire  transparente de los 5000 metros de altura. Y tantas nubes.

Posteado hace 13 años
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la panamericana

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sobrevolando Nazca

Posteado hace 13 años
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Nazca

Primero habíamos dicho que no íbamos a ir. El viaje desde la montaña hasta la costa era largo y se salía de la ruta que pensábamos hacer. Al final, decidimos mejor sí ir. Y qué bueno que fuimos.

Las Pampas de Jumana están en la costa sur de Perú, como a 450 km de Lima.  El pueblo de los Nazca vivió en esta zona desértica entre los años 300 a.C. a 600 d.C. y durante ese tiempo trazó lo que hoy conocemos como las Líneas de Nazca. Se trata de cientos de líneas y figuras geométricas y zoomorfas delineadas directamente sobre la arena del desierto cuyos minerales forman una delgada costra oscura en la superficie, que al ser removida se contrasta con el color claro del subsuelo.

La exactitud de las figuras y de las líneas, que llegan a medir hasta 500 metros de largo, es sorprendente y más sorprendente aún es pensar que los Nazca nunca vieron las figuras ya que éstas sólo se pueden ver en su totalidad sobrevolando el desierto a partir de los 200 metros de altura.

Existen muchas teorías que hablan del origen y significado de las enormes figuras en el desierto (entre ellas que las líneas eran pistas de aterrizaje de extraterrestres) pero las últimas investigaciones arqueológicas hacen énfasis en la importancia que tenía el agua para la cultura Nazca y en la posibilidad de que las figuras y líneas estuvieran relacionadas con rituales que invocaban a los dioses pidiendo por ella.

Casi tan increíble como las figuras, es el hecho de que hayan sobrevivido por todo este tiempo. Hay varias razones que lo explican. La primera, es que las figuras fueron descubiertas hasta principios del siglo XX, cuando la zona empezó a ser sobrevolada para comunicar la ciudad de Lima al norte con la ciudad de Ayacucho al sur.  La segunda, tiene que ver con las características climáticas del desierto de Nazca: se trata de una de las zonas más secas del planeta (llueve un promedio de 30 minutos cada dos años) y mantiene una temperatura promedio de 25 grados centígrados. La tercera es que el aire caliente y el calor de la tierra provocan un “colchón” que impide que el aire corra al nivel del piso, evitando la erosión de la tierra.

El rodeo valió la pena. Ver los cientos de figuras y líneas desde el cielo, volando sobre el desierto infinito, fue una experiencia asombrosa. Vimos lo que los Nazca imaginaron y sólo los dioses vieron por más de 2000 años.

El Mono. Mide 135 metros de largo.

El Cóndor. Mide 135 metros de largo.

El Compás. Forma geométrica sobre una montaña

La Araña. Mide 46 metros de largo.

El Colibrí. La distancia entre los extremos de sus dos alas es de 66 metros.

El Árbol junto a la autopista Panamericana que cruza el desierto de Nazca

Las líneas del Árbol a nivel del piso no miden más de 20 m de ancho.

Posteado hace 13 años
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mareada

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Montañas del desierto. Bajando a Nazca.

Posteado hace 13 años
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